LAOS, 14/02/2015
Salí de Pak Beng haciendo dedo hasta Muang Houng, intenté hacer auto stop durante un par de horas pero la suerte esta vez no estaba de mi lado, ya me habían avisado que en esta zona es mucho más complicado viajar a dedo. Viendo que se me echaba el tiempo encima decidí coger un autobús que pasaba. Esta vez me deja en la estación de Muang Xai. Valor si quedarme aquí a pasar la noche o intentar avanzar un poco más. Mi corazón puede más que mi cabeza y me dirijo de nuevo a la salida de la ciudad para continuar mi viaje al norte.
Hago un cartel y espero a ver si la suerte vuelve a esta de mi lado. La señora de la tienda de al lado ya me saca una silla y todo. La banca vuelve a ganar y yo tengo que resignarme coger el ultimo bus que va Pak Nam Noi.
Resulta que este lugar es un simple cruce de carreteras. Una va hacia Vietnam, la otra hacia el norte de Laos frontera con China. No hay señales de pueblo por ninguna parte, tan sólo un supuesto mercado que ya está cerrado, un restaurante y un hostel.
Pregunto en el hostel el precio por la habitación, me dice que 70.000kips(7,7€). Lo siento pero hoy ya voy fuera de presupuesto, por mucho que intento regatear ni se inmuta. Busco plan B. Voy al restaurante y le digo si puedo dormir en algún lugar con mi esterilla, el amablemente me dice que podría en el mercado que sólo lo abren cada diez días. No se hable más adjudicado mercado como hotel por esta noche.
Noche en el mercado
Tras una placentera noche con todo el mercado para mí recojo las cosas y me voy al cruce a intentar nuevamente hacer dedo.
Me paso 3 horas viendo cómo se va animando el cruce, cómo bajan las señoras de distintas tribus de las aldeas colindantes a vender verduras y de ver pasar algún que otro coche y que ninguno me lleva.
Una vez más decido dar mi brazo a torcer y me subo al bus que pasa con dirección norte.
Ya estoy en Phongsaly, dos días me ha costado lo que en cualquier país de Europa lo harías en unas 5 horas...
Este pueblo-ciudad no es que sea espectacular pero es la base para explorar las montañas del norte.
En el autobús he coincidido con unos franceses y nada más llegar vamos a preguntar precios de treckkings. Les piden una cantidad que se sale mucho de mi presupuesto así que yo, que tampoco estaba muy interesado en eso de trekking organizado, con un mapa de la zona en la mano me voy a mi hostal con los deberes hechos.
A la mañana siguiente desayuno en el mercado y me voy a visitar algunas aldeas por la zona. Doy una vuelta de unas 5 horas pasando por Khounsouknoy y Khounsoukluang, ambas habitadas por la tribu Akha.
Cuando llego nuevamente a Phongsaly me encuentro a un grupo jugando a la petanca( importado por los francese ya que fue colonia) me quedo mirando y me invitan a jugar.
Tenían montado un juego algo así como el que perdía en cada tirada bebía un vaso de cerveza. Resulto que al final, como estaba claro, apostaban por todo y perdían por todo, por lo que por todo bebiamos. Resultado: a las cuatro de la tarde me iba en busca de mi hostal más que contento y ellos gritandome que echara otra partida....
Ya por la noche recuperado comienzo a preparar mi mochila para lo que me dispongo a hacer los próximos días. Recorrer las aldeas del norte por mi cuenta.
No sé lo que me encontraré, no sé si me perderé, realmente no sé nada, sólo que la emoción de la aventura se ha apoderado de mí.
Vacío la mochila y pienso en llevar sólo lo imprescindible. Tienda de campaña, saco de dormir, esterilla, navaja, brújula, alguna medicina, mechero y noodles para tres días( desayuno, comida y cena).
El autobús me deja cerca de una megapresa que están construyendo los chino. El digo al conductor que me dirijo a una aldea que se llama Chakharnpa. Me deja en medio de una pista y me señala un camino que seguir.
Tengo unas indicaciones que me dio mi primo de cómo llegar a las primeras aldeas. Comienzo a caminar por la pista durante una hora disfrutando del paisaje y sobretodo disfrutando del gusanillo que se me pone en el cuerpo cada vez que me embarco en un nuevo trekking.
Comienza una larga y pendiente subida que con el calor que hace ya a las 10 de la mañana me hacen sudar la gota gorda.
Veo un inmenso excremento en medio de la pista y me hace imaginarme que es un elefante. A lo lejos lo veo... madre mía ... me voy acercando y en vez de hacerse grande lo veo cada vez más pequeño, resulta ser un búfalo. Un tranquilo y amable búfalo. Llego a su altura, se para y me paro. Comenzamos a andar los dos, uno junto al otro, poco a poco vamos aumentando el ritmo. El calor aprieta pero ninguno cede terreno, la aldea asoma a lo lejos. No se realmente como sudan los búfalos pero se cómo sudo yo y esta siendo demasiado. Nos miramos los dos de reojo y sin intercambiar palabra( logicamente sino ya sería para encerrarme) nos detenemos a tomar aire. Siento mis pulsaciones en sincronía con las de mi nuevo contrincante, parece que respiramos a la vez. Pasados unos minutos nuestros niveles de testosterona se normalizan y dejamos esta carrera estúpida hacia ninguna parte.
Lo observo por ultima vez diciendole adiós y deseándole que no pase otro colgado como yo y se piquen de nuevo.
Llego a la aldea, segunda competición del día, esta vez con los perros. Aparecen ladrando como lobos. Ya me lo imaginaba así que llevaba un palo en cada mano.
Entro en la aldea y viajo en la máquina del tiempo. Mucho niños y adultos huyen al verme, se esconden en sus casas. Otros aguantan e intento comunicarme con ellos. La primera versión que muestran es un semblante serio y con pocas ganas de hablar. Intento interactuar con ellos de forma graciosa y es entonces cuando se quitan esa mascara de personas frías y desconfiadas y comienzan a sonreír.
Empiezan a aparecer niños tirándose cuesta abajo con patinetes de madera incluso las ruedas. Se acercan a mi pero cuando les miro o me acerco a ellos salen corriendo con una mezcla de timidez, miedo y risas. Algún niño incluso a salido llorando como un misil.
En esta aldea viven la tribu de los Akha. Las mujeres una vez casadas visten todas sus trajes típicos azules.
Mujer tribu Akha
En un principio, dado que no sabía con lo que me iba a encontrar en cuanto a dificultad del terreno etc me ponía de objetivo llegar hasta aquí. No obstante venia con equipo y comida por lo que pudiera pasar y pasó lo que tenia que pasar. Que voy a intentar volver a Phongsaly en vez de en bus, cerrando una ruta por las aldeas más al norte unidas todas ellas por simples senderos.
Sigo por el cresterio de la montaña entre vegetación por momentos muy cerrada en dirección a la segunda aldea, B. Peryenxangkao.
Después de una hora llego a la aldea, entro despacio intentado mantener a raya a los lobos que son los primeros en percatarse de mi llegada. Todo esto intentando mostrar cara de relajado, sonriendo pero con el rabillo del ojo atento el diente.
Esta vez todos los niños sin excepción salen huyendo. Me encuentro en una aldea que parece de la edad media. Casas de paja sacando humillo de los tejados, los cerdos negros tipicos de asia, gallinas, perros, niños medio desnudos correteando. Las señoras con sus vestimentas unas llevando a sus hijos en las espaldas, otras dándoles de mamar, otras con cestas de mimbre llenas de leña a sus espaldas.
Me acerco al que parece el profesor del pueblo. Tras unos minutos intentando que se relaje le pregunto si puedo pasar la noche en el pueblo. Al final me dice que puedo dormir en el escuela, o eso entiendo yo. Me acerco a una señora y le pregunto a ella y luego a otro señor. Siento que no están agusto con mi presencia y decido continuar mi camino.
Una cosa es nuestro alma de aventureros, de descubrir cosas nuevas etc, pero si llegas a un sitio como este en el que están tranquilos lo ultimo que se me ocurriría es perturbar su armonía. Intento aportar algo positivo pero si percibo que ellos no lo sienten así, se cuando sobro.
Empieza a pasar por mi cabeza que igual no soy bien recibido en ninguna aldea y agradezco haber traído la tienda.
Por aquí vienen muy pocos viajeros y los que vienen lo hacen normalmente en treckkings organizados por lo que en las aldeas ya conocen al guía y se sienten más seguros.
En cambio me ven llegar a mi sólo con la mochila y es normal que desconfíen.
Tras otra hora de camino llego a Peryenxang. Ya me he ido fijando donde podría colocar la tienda en caso de no ser bienvenido.
Esta aldea se encuentra a lo alto de una colina con unas vistas increíbles. Es incluso más auténtica que la anterior. Empiezo a ver campos de opio a modo de huertas a los alrededores de la aldea.
La primera parte se repite, son nuevamente los perros los que anuncian mi llegada a su forma y me escoltan hasta el centro de la aldea. Para mi sorpresa en esta no huyen todos los niños, sólo algunos y un hombre mayor se me acerca con semblante sonriente, siento que voy por buen camino.
Tras unos minutos de señas le digo si es posible dormir en la aldea, que vengo de muy lejos y que para llegar al siguiente pueblo se me echa la noche encima. El hombre asiente con la cabeza y me muestra una choza donde alguna vez van mas "falangs" como nos llaman a los blancos turistas por Asia.
Me acepta la familia y tengo la oportunidad de cenar con ellos y pasar una agradable velada.
Es costumbre suya que primero cenan los hombres de la familia y luego las mujeres. También aquí percibo que las mujeres son las que llevan las riendas de la casa.
No llego a entender cuantos son en la familia pero tengo la sensación o que tienen muchos hijos o que han venido los hijos de los vecinos a la velada.
Como en estas aldeas no tiene luz, en cuanto se hace de noche la gente se acerca un rato al fuego y pronto a la cama. Ahora entiendo eso de tantos hijos.... no hay luz, no hay televisión, no hay fútbol...
Creo que aquí los gallos tienen el reloj biológico tocado porque a las 4 de la mañana ya están a pleno pulmón.
Tras un ligero desayuno, me dan una bolsa con arroz a modo de tupper para pasar el día y me despido dándoles las gracias por acogerme en su familia.
Dos horas de continua bajada me llevan hasta un río por el que se supone que tendría que pasar. No veo muy claro el sito de paso pero tras tantear la zona encuentro un sitio menos profundo. Me descalzo me subo, los pantalones y echo al agua. Cuando estaba llegando a la zona de más corriente, como un ángel de la guarda, apareció a lo lejos un niño en una balsa de bambú ofreciendo me su ayuda. Lo esperé, se acercó todo lo que pudo a mi y me ayudo a cruzar el río. Me estaba secando los pies cuando levante la cabeza y ya se alejaba río arriba ayudado por un palo.
Al otro lado del río me esperaba la aldea SopNgam. Esta vez es la tribu Lao Sen la que me voy a encontrar. También los niños aunque se acercan, cuando les miro salen corriendo más por vergüenza que por miedo creo yo.
Aquí las mujeres no visten de azul marino sino con un pañuelo colorido en la cabeza.
Me voy a un pozo a refrescar me y en poco momento me veo rodeado de niños curiosos. Me observan también los mayores cómo hago notas sobre distancias y altimetría. Les intento explicar lo que significa pero supongo que habrán entendido cualquier cosa.
Ahora son dos horas de subida las que me llevan entre selva y bosque de bambú hasta Ban Changtern.
Creo que es esta, de todas por las que he pasado, la que más me hace literalmente viajar en el tiempo. Son las 12 del medio día, he llegado aquí mucho antes de lo esperado pero decido intentar quedarme aquí a pasar la noche y poder disfrutar del lugar.
Me rodean niños y algún adulto, a estas alturas ya sé más o menos como manejarme con ellos. A los pocos minutos viene un chico de unos veinti y pocos y mee indica el camino hacia su cabaña. En ella estaba su mujer también muy joven. Las niñas visten normal y es después de casarse cuando cambian su vestuario y se ponen estos trajes tan típicos.
Voy a asearme un poco seguido de varios niños, a la vuelta pasamos por la escuela, me meto en lo que se supone que es la clase y les doy una mini clase de ingles.
Paseo por la aldea, observo cómo juegan los niños, cómo los niños mayores cuidan de los pequeños y los llevan en la espalda, cómo a pesar de ser niños, no desatienden sus funciones de ir a por agua a la fuente, a por leña etc.
Un hombre me dice que le siga, me lleva a su chabola. Dentro están fumando opio en una especie de pipa hecha de bambú. Me ofrece, observo el percal entre lo oscuro de la chabola. Uno tirado con gafas de sol con un colocón de espanto, otro preparando la pipa y parecido al de las gafas, al fondo parece que hay otro con un buen viaje. A mi izquierda la mujer haciendo sus labores y un niño de unos dos años correteando medio desnudo por la casa.
Les digo muy amablemente que no me apunto a esa fiesta y les dejo disfrutando de su viaje.
Esta gente necesitan muy poco para vivir, no tienen que pagar facturas de luz, el agua van a buscarla a un riachuelo, comen arroz, cuatro verduras y de carne comen cerdo, pollo y cualquier animal que cacen.
El dinero que necesitan lo sacan de vender alguna verdura en algún mercado y sobre todo del opio. No sólo se lo fuman ellos incluso delante de los niños como algo muy normal, sino que lo venden.
Me han comentado que hasta el 2020 el gobierno les permite cultivarlo y venderlo, no sé que pasara a partir de esa fecha.
En las aldeas en vez de huertas, veo plantaciones de opio. Los niños y las mujeres van a atenderlas. Los bulbos verdes les hacen unos cortes para que sangren y esa leche es la que pacientemente van recogiendo. Por otro lado los bulbos secos los niños los cogen y les sacan las semillas para comer a modo de pipas( estas por supuesto no colocan)
Llega el momento de la cena. Hombres primero. Saca el anfitrión la botella de Lao lao( especie de aguardiente local) y me echa un chupito para abrir el apetito. Comienzo a comer y cuando me doy cuenta ya me tiene otro chupito preparado, empiezo a pensar que esto no va a terminar muy bien pero veo que la cosa se relaja y no vuelve a tocar la botella.
Ya ha oscurecido cuando terminamos de cenar y salgo a ver las estrellas. Veo cientos de ellas brillando sobre mi cabeza.
Tras un buen rato disfrutando del cielo, vuelvo a la casa a compartir la velada con la familia. Entiendo que allí viven la pareja, los abuelos y unos cuatro niños que la verdad ya no se de quien son porque he visto a la abuela darle a uno de mamar, pero me decía que era de la hija... no se mucho lío....
Mientras tanto el abuelo tomándose unos chupitos del orujo casero y con el botecito de opio en la mano se despide hasta mañana, no sin antes obsequiarme con un cigarrillo impregnado del producto local.
Por supuesto paso una noche como un bebé o por lo menos parte de ella ya que esta noche las vacas, cerdos y gallinas no han parado de animar la fiesta.
A las seis de la mañana ya esta toda la aldea en plena actividad así que me doy por aludido, despego el culo de esa especie de colchón y salgo a ver el día.
Me encuentro la aldea sobre un manto de nubes, una imagen que me da que pensar si estoy todavía soñando.
Tras el desayuno me despido de la familia y me alejo de este bonito lugar.
Comienzo a subir una larga cuesta, me paro y me giro. Veo la aldea con sus tejados humeantes y al fondo el manto de nubes, me pregunto cuánto tiempo seguirá este lugar así.
Campos de Opio
Como todo lo que sube baja pues ahora me toca llegar hasta el fondo del valle. La vegetación aquí es mucho más cerrada, pura selva. Voy bajando por un sendero muy estrecho y muy muy resbaladizo.
Cuando llego al río me toca buscar un paso y encontrar la senda en el otro lado. Me paso una media hora cruzando por varios sitios pero no encuentro por donde sigue el camino.
Recuerdo que unos cuantos metros antes vi una bifurcación y entiendo que elegí el camino incorrecto.
Por fin encuentro el paso del río y la senda. Comienzo una larga subida durante prácticamente dos horas hasta llegar a una aldea. Pregunto el nombre para asegurarme y resulta que no es la que debería ser. En algún momento al principio del día cuando iba tan alegre entre los campos de opio, me he confundido de pista. Total que hasta llegar a mi destino final de trekking tendré que andar unas 7 horas me dicen.
Llevo unas dos horas andando por una ancha pista para arriba y para abajo bajo un sol aplastante. Llego a otra aldea y me dicen que unas 6 horas a Phongsaly. A la salida del pueblo aparece mi ángel de la guarda en forma de motorista.
Le paro y le digo a ver si me puede llevar. Accede, me subo en veloz corsario y ponemos rumbo a Phongsaly feliz por estos días de aventura por haberme sentido como un explorador hace mil años.
Siguiente destino. Bajar durante dos días en una barquita por el río Nam Ou, hasta llegar a Muang Ngoi Neua e intentar hacer por esa zona algún otro trekking.